Acuerdo por el sector pecuario: imperativo hipotético del Caribe colombiano

Por: Alexander Arteaga

16/11/2025

El enemigo número uno del sector pecuario es el cambio climático, incluso por encima de la inseguridad en el campo. En el Caribe colombiano, las afectaciones van desde el aumento de las áreas con alto potencial de desertificación hasta las inundaciones en algunas subregiones o la sequía en otras.

En los últimos años se ha hecho un esfuerzo por solucionar problemas históricos del campo colombiano, siendo la democratización de la tierra la justa prioridad. Sin embargo, es momento de dar un paso adelante: es hora de la industrialización del sector pecuario. Partiendo de las necesidades coyunturales antes mencionadas, el panorama actual demanda una invitación a la unidad de todas y todos los moradores del campo, quienes coinciden en problemas comunes.

El desarrollo del sector pecuario depende de la correcta articulación de todas sus fuerzas vivas, incluso de aquellas que han estado en constante contradicción a lo largo de la historia. Solo con cooperación se puede impulsar un desarrollo verdaderamente sostenible. El campo colombiano necesita transformar sus fuerzas productivas; en ese sentido, podemos acercarnos a la industrialización como parte de ese crecimiento esperado, sin que esto signifique la pérdida de biodiversidad, la acumulación excesiva de capital o la profundización de la explotación, esta última ya presente en el sector pecuario. Por lo anterior, es fundamental incentivar el cooperativismo como vía de desarrollo y, en otros modelos organizacionales, promover la formalización laboral del trabajador rural como un paso hacia el trabajo digno. La falta de condiciones laborales está generando un fenómeno de migración del campo a la ciudad, especialmente entre la juventud. Las y los profesionales del sector agropecuario se establecen en zonas urbanas buscando mejores oportunidades de empleo.

En el caso de la ganadería bovina, las asociaciones criadoras y fomentadoras del desarrollo genético deben apoyar a las asociaciones campesinas y a los pequeños productores individuales para mejorar su pie de cría. Incluso, el Estado podría contratar con estas organizaciones la ejecución de un plan regional de mejoramiento genético. Las ganaderías con mayor trayectoria, algunas ya construyendo plataformas genómicas, pueden acompañar el Programa Nacional Integral de Sustitución de Cultivos de Uso Ilícito (PNIS), en el que actualmente se entregan bovinos a familias campesinas, posiblemente sin la adecuada asesoría técnica.

La tecnificación del campo colombiano no avanza; por el contrario, en el periodo precolombino nuestros pueblos originarios contaban con sistemas de riego a través de canales que, aunque rudimentarios, representaban un mayor esfuerzo de manejo de recursos que el que realizan muchos productores actuales.

En el Caribe colombiano es necesario realizar una planificación consensuada de la producción, en la que se tengan en cuenta las experiencias y saberes de las mujeres y del hombre caribe sentipensante; pero dicha planificación debe aterrizarse a la vocación del suelo, a la seguridad y soberanía alimentaria y nutricional, y a las necesidades poblacionales. Posicionar al Atlántico arenoso como potencia de la piscicultura —incluso integrando cultivos de peces y arroz para un mayor aprovechamiento— es un ejemplo que ilustra este planteamiento.

El sector pecuario y el campo colombiano dependen de la articulación de todos sus sectores, de un gran acuerdo y de la constante cooperación de sus fuerzas vivas; de ello depende el futuro de la producción pecuaria regional.